lunes, 23 de mayo de 2011

Preludio


Arena, todo arena y, de frente, el mar. Una vida hecha con castillos de arena y latidos salados, unas manos manchadas de ilusión y unas pupilas que reflejan los ecos de la luz más allá del horizonte. El niño que juega entre torretas saladas y arenas de ilusión se refugia en ellas de la mirada del hombre que lo observa desde la lejanía. Se acerca. Tarde o temprano tenía que hacerlo.

Con sus pies enmocasinados seca la arena mojada de su alrededor y la convierte en asfalto, y los castillos se derrumban con el baile de su corbata dando órdenes al viento que corre despavorido por la playa.
Llega a la altura del muchacho y echa un vistazo a la construcción de aquel barrio de inocencia. Se ríe mientras alisa su corbata con el dedo índice y sin corazón y se saca un puñado de billetes calcinados de su bolsillo.
El pequeño mira hacia arriba aterrorizado por el gris en su mirada. Con voz baja pero decidida le dice:

-Lo lamento, señor. Es usted un auténtico hombre.

El tipo suelta una carcajada mientras el graznido de las gaviotas eriza la piel de arena de la playa.


              Se acercan cambios.
                             Se acerca índice.
                                          Se pierde corazón.


“La vida nos atrapará
sin remedio junto al mar,
aún nos queda tiempo.
¿Crees que les importará
que nos vaya bien o mal,
que estemos vivos o muertos?”

La habitación roja.

2 comentarios:

  1. Me gusta! =) sabía que tenías un blog pero hasta ahora no había encontrado tiempo para pasarme ;) lo iré siguiendo con frecuencia.

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